Días de cuentalahistoria

jueves, 17 de marzo de 2011

CORLÁRIDA ( Capitulo 4 – Stephan ) – Gabriel Guerrero Gómez



Capítulo IV
Stephan



“No os dais cuenta que en nuestra imperfección se haya nuestra belleza más profunda, que a pesar de esta aún podemos amar, ese es el secreto de nuestra felicidad”.   


                      (Un nuevo despertar para la consciencia).
                                                Dhalsem Tagore.






          Vivo, Asey el alter ego de Stephan Seberg, estaba vivo, el líder de los guerreros Shinday no solo había logrado sobrevivir al Conde, si no escapar del propio planeta Ekatón, contactar con los Rebelis y llegar hasta el  planeta Sillmarem, cuando ya todo parecía perdido y Valdyn se hallaba sumido, en la más profunda desesperación. Aquel extraordinario hombre, ni siquiera se había detenido a conocer a su nieto o a abrazar a su hija, había antepuesto la necesidad más acuciante de ayudar a Valdyn, antes que dejar satisfacer sus más profundos sentimientos personales.
          Aún no había aclarado como había logrado fugarse del planeta Ekatón, tan inesperada había sido su presencia que durante una par de horas, los mejores especialistas de Valdyn no cesaron de hacerle las más variadas pruebas de identificación, ADN, dactilares, de voz e incluso Neurosinapticas.         Curiosamente Stephan, lejos de sentirse humillado, había felicitado a Valdyn por tan extrema cautela, algo que despertó la admiración de los allí presentes. Frente a él un Stephan más delgado y ojeroso pero con un salvaje brillo en la mirada, aguardaba pacientemente la venia de Valdyn para romper su silencio, aquel indomable hombre, era lo que más necesitaba el príncipe de Sill en tan oscuras horas, su fortaleza era más que bienvenida.
          A pesar de tanta urgencia y lo extremo de su situación, Stephan aguardaba paciente con total despreocupación, en un camarote de alta seguridad de una base submarina localizada en el Antártico sur del planeta.
          —He de admitir que os dábamos por muerto, os buscamos por el palacio de Thanos y no os encontramos por ninguna parte, eso fue antes de que fuésemos derrotados por el Conde, esta vez nosotros hemos sido los que hemos salido peor parados, y no sé cómo vamos a vencer a ese endemoniado…no sé como denominarlo…ser. No solo ha injerido el elixir, sino que ha adquirido unos poderes en proporción más potentes que los nuestros, Chakyn especula sobre la posibilidad de haber usado con la fórmula del elixir, una muestra del ADN de mi hijo, probablemente se hizo con un poco de su sangre, la primera vez que invadieron Sillmarem y lo secuestró, ya no se qué pensar, ni que hacer, ni que decir…nos han abandonado a nuestra suerte…y el poder que posee en sus manos ese hombre supera, lo ya conocido por mente humana.
          –Entiendo —susurró Stephan Seberg.

          —No sé como lo vamos a vencer esta vez, su crueldad parece imparable. Ni la Interfederación, ni los Sistemas Unidos, tomaran parte en este asunto a nuestro favor, estamos solos —se quejó un desolado Valdyn.
          —La crueldad es el camino más fácil, pero no el mejor —le razonó Stephan Seberg estudiándole con calma.
          —No me refería únicamente a eso, posee el elixir de Vitaba el cual no solo le otorga la inmortalidad, si no también unos poderes asombrosos, posee los recursos del Imperio, el ejercito de los Casacas Negras y la ayuda de esa desconocida raza los Koperian. Ha asesinado al príncipe Umasis, legítimo heredero del Imperio y a mi prima Rebecca, ha arrasado mi planeta y asesinado a mi pueblo y a mis amigos, ha demostrado ser más capaz, mas fuerte y mejor líder que yo. En cada enfrentamiento nuestra situación va a peor, él se hace más fuerte y nosotros mas débiles. Los Delphinasills estamos cayendo uno tras otro. ¡Es mucho mejor que yo! —se lamentó Valdyn.
          —Os equivocáis  —sentencio Stephan inclinándose hacia delante en tono conciliador.
          —Ante tales hechos sobran las palabras —gimió Valdyn cabizbajo.
          — ¡Os equivocáis!, él usa lo más fácil a diferencia que vos, no posee moralidad, usa el camino más fácil pero no el mejor  —señaló un sereno Stephan Seberg, debía curar con rapidez las heridas psíquicas y emocionales del aquel hombre al menos la más profundas, hacerle recuperar la confianza en sí mismo y no disponía de mucho tiempo para tan ardua y complicada labor.
          —Pero…le es muy, muy eficaz, nos está ganando  —susurró Valdyn.
          —Batallas sí, pero no la guerra todavía no —insistió Stephan acariciándose una barba sin afeitar de varios días.
          —No le falta mucho  —insistió Valdyn.
          —A la larga siempre es para peor, vos poseéis principios, vos sí, esa es la diferencia. El temor a las consecuencias es lo que os frena, vos poseéis lo que el carece…responsabilidad.
          — ¿Responsabilidad?
          —Vuestra responsabilidad es la de proteger la vida, la suya la de satisfacer sus ambiciones más profundas ¿veis la diferencia? Decidid pues.
          —No sé qué hacer…
          —Luchad contra vuestros miedos.
          — ¿Cómo? No logro…
          —Identificadlos, aceptadlos y superadlos. Enfrentaros al Conde y vencedle de una vez por todas.
          — ¡Ya lo hicimos y fracasamos!
          —Porque estabais divididos. Reflexionad con más detenimiento, su soberbia es ahora su mayor debilidad, al derrotaros a vosotros se cree invencible.
          —Puede que lo sea.
          —Vuestra división y duda ha sido la vuestra, vuestra mayor debilidad, él como hábil estratega que es, la supo aprovechar en el momento adecuado, nada más. ¡Uníos y organizaos!, actuad como un solo cuerpo. Lo que aún os hace humano pese a también haber injerido el elixir de Vitava es vuestra integridad, para tratar de comprender a un asesino podéis convertiros en uno, pero eso no os hará mejor.
          —Pero nos vencerá.
          —Si abandonáis vuestros principios, vuestra razón de ser ¿merecerá la pena? ¿Tantas muertes y sacrificio para permitir que al final no solo os robe la vida si no también vuestra alma? —indicó Stephan.
          — ¿Qué puedo hacer mi señor Premier de Sisfron? —rugió Valdyn desesperado.
          —Sosegaos, pensad que esto no es solo una lucha física o de la mente, sino también del espíritu, si os convertís durante el proceso en lo opuesto de lo que pretendéis proteger, entonces ya habréis perdido, poco importará el resultado de vuestra guerra con el Conde  —señaló Stephan Seberg.
          —Sed más concreto, os lo ruego.
          —Es justo, lo que me pedís. Fijaos bien cada día, cada momento de nuestras existencias, no es más que una lucha entre lo que queremos hacer y lo que debemos, si nos dejamos llevar por nuestros anhelos por legítimos que estos puedan ser en un momento dado, terminaremos siendo esclavos de nosotros mismos, este en apariencia insignificante detalle, parece ser ignorado por nuestro nuevo Imperator, la autentica libertad debe proteger la vida basada en el equilibrio del autocontrol consecuente, si perdéis el control por satisfacer vuestros anhelos, perdéis el sentido de la realidad y por lo tanto os convertís en alguien tremendamente vulnerable. Ese es el punto débil del nuevo señor de Akila. Ha sucumbido a su soberbia, su psique está empezando a perder el contacto con la realidad, junto a su humanidad (lo poco que le quede).
          —A mí y a los Delphinasills podría sucedernos lo mismo, incluso en este preciso instante  —reconoció Valdyn.
          —Precisamente por esto mismo que acabáis de admitir, podéis estar tranquilo, por ahora al menos —Valdyn asintió en silencio.
          —Ser honesto con uno mismo, puede ser tan doloroso como sano si es usado de una manera constructiva  —reflexionó en voz alta Valdyn.
          —Está perdiendo el contacto con la realidad progresivamente, sin ser consciente del proceso  —aseguró Stephan.
          —No debéis subestimarlo  —advirtió incomodo Valdyn.
          —Y no lo hago, no tiene a ningún amigo, a nadie que le diga la verdad de su situación actual, está solo, debéis aprovechar esta ventaja para engañarle y vencerle, vuestro sufrimiento construido os hace consciente de vuestros actos, por eso le venceréis y además en su propio terreno —remarcó Stephan con un ardiente fuego en su mirada.
          —Nos enfrentamos ante un autentico genio, la primera vez le vencimos porque ignoraba, que habíamos logrado fabricar e injerir el elixir de Vitava ¡Unos simples críos con poderes le vencieron en el mismo corazón del Imperio!
          —Por qué no lo esperaba  —indicó Stephan.
          —Esta vez, si nos estará esperando  —advirtió Valdyn.
          —No olvidéis que hasta un gran genio, se puede equivocar.
          —En raras ocasiones  —dudó Valdyn.
          —Con una, es más que suficiente si la sabéis aprovechar bien  —insistió Stephan Seberg—. Piensa en mi hija Sarah tu esposa y en mi nieto. ¿Por qué creéis que injeristeis el elixir?
          —Solo queríamos ayudar.
          —Seguid haciéndolo, si en verdad queréis ayudar a vuestro pueblo, seguid adelante, ved mas allá de vuestro dolor —indicó Stephan.
          — ¿Por qué creéis que estoy aquí, en este momento tan oscuro para todos? —le preguntó Stephan con intensa concentración en el semblante.
          —Para ayudar…si vos tuvieseis que matarme a mí, a Sarah o a vuestro propio nieto que aún no conocéis lo haríais ¿verdad? —preguntó Valdyn mirándole con fijeza a los ojos. Stephan mantuvo la mirada sin titubear.
          —Lo haría no lo dudéis, rompisteis las tres prohibiciones, pero sería por algo mucho más profundo, no solo para que no fueseis una amenaza para los demás sino para que no os convirtieseis, en lo que pretendéis combatir, como ya os he comentado —confesó Stephan.
          —En un monstruo.
          —Aún no…
          —Si vuestro nieto sobrevive, puede que una nueva raza surja de su simiente —aclaró Valdyn.
          —Esa nueva raza ya existe en vosotros, cada tiempo que pasa sois menos humanos…
          —Entonces ¿qué somos…?
          —Aún no lo sé…aunque vuestros actos son de lo más humanos, eso os concede por ahora el beneficio de mi duda…
          — ¿Qué pensáis hacer al respecto?
          —Salvar todas las vidas que pueda.
          —Entiendo.
          —Al igual que vos mi señor de Sill.
          —Cierto.
          —Sé que os sentís solo, abandonado y traicionado por muchos, a pesar de siempre haber ofrecido vuestra ayuda a todos sin excepción.
          —Es un trago amargo.
          —Debéis aprovechar esta misma circunstancia contra vuestro enemigo, tened en cuenta esto que os voy a decir. Nuestro Imperator ya no cree en nada, eso le ha hecho desarrollar un asombroso instinto de supervivencia dentro del Imperio, si ofuscamos ese instinto a través de sus emociones le venceréis —le aseguró con convicción Stephan.
          — ¿Cómo? ¿De qué manera? ¿Cuándo y dónde? 
          —Amenazando algo que sea de inapreciable valor para su persona.
          — ¿El qué?
          —Aún lo ignoro, pero puede que tal eventualidad suceda cuando menos lo esperéis, estad preparado.
          — ¿Entonces debemos esperar ¿el qué?
          —Crear, o favorecer circunstancias que puedan llevar a cabo tal situación.
          —Y en su momento, golpear.
          —Esta vez deberéis hacerlo de una manera mortal, no hay marcha atrás
—sentenció Stephan.
          —Va en contra de mis principios.
          — ¡Despertad! Al contrario actuareis en defensa de la vida, de la vida de los seres humanos, de la vida de los vuestros, de vuestros valores, por eso lo haréis sin dudar, unidos. Solo así podréis obtener una posibilidad auténtica de acabar con esta pesadilla. No basta con vencer, debéis sobrevivirle impedir que se salga con la suya  —rugió Stephan.
          —No sé si podré, hacerlo.
          —No enfoquéis vuestro acto, como un acto de venganza o legítima defensa, si no de…amor.
          — ¿Amor?
          —Salvareis a vuestro enemigo de sí mismo y al resto de la humanidad por eso lo venceréis y neutralizareis.
          —Matarle…
          —Será un acto de compasión, ni siquiera de justicia, compasión ¿me entendéis? Valdyn asintió con la cabeza, admirando la integridad y la desbordante fortaleza de espíritu de aquel hombre. Por unos segundos un profundo silencio se abrió paso entre los dos.
          —Nika Corintian solicita audiencia…—susurró una voz por el intercom de Valdyn. Levantó su mirada incrédula hacia Stephan Seberg.
          — ¿Nika aquí?
          —Mi señor puede que no estemos tan solos como creamos. Valdyn asintió en silencio y salió al encuentro junto a Stephan del Triterian Nika Corintian.

0 mente/s:

Publicar un comentario

Visitas en cuentalahistoria