Días de cuentalahistoria

domingo, 3 de abril de 2011

CORLÁRIDA ( Capitulo 6 – Intromisión ) – Gabriel Guerrero Gómez



Capítulo VI
Intromisión





“La aceptación de la culpa, puede ser un eficaz ejercicio de honestidad personal, aceptando la responsabilidad de tus actos y sus consecuencias. Aunque de nada sirve, si no hay un legítimo esfuerzo por aprender de tus errores y en la medida de lo posible, evitar reincidir en los mismos. Uno no puede eludir la parte que le corresponde en la siempre viva realidad que le rodea, tan solo en la humildad, hacer buenamente lo que pueda. Somos seres limitados e imperfectos con anhelos y deseos de perfección”.



                                       Nathaniel Lowenstein.
                                      (Diario personal).





           Stephan Seberg avanzaba con presteza, por uno de los pasillos subterráneos en la cámara secreta, del interior del faro blanco de Marelisth. Donde se ubicaba la estrella de la sabiduría y donde aguardaban los Delphinasills, para escuchar las noticias de Nika Corintian y decidir un plan para vencer al nuevo Imperator, si eso era ya posible. Justo unos metros antes, de cruzar el dintel de entrada, una mano se poso con suavidad, en el hombro de Stephan Seberg, requiriendo su atención. Stephan giró su cabeza extrañado, topándose con los inconfundibles rasgos de Troya Labryx.
          —Mi señor premier… ¿me concederíais un minuto por favor?
          —Desde luego, mi señor Troya  —asintió un sorprendido Stephan.
          —Es para mí una profunda alegría, veros aquí sano y salvo, aunque una duda me incomoda sobremanera mi señor  —comentó Troya dejando un halo de incertidumbre, ante este último comentario en el aire.
          — ¿En qué puedo ayudaros?  —soltó con impaciencia Stephan Seberg que no estaba para tonterías. “Qué diablos querrá este Delphinasills precisamente ahora, justo cuando vamos a comenzar la reunión y tanto hay en juego, espero que sea breve”. Pensó esforzándose por ocultar su incomodidad e impaciencia.
          —Es por solo, un pequeño detalle…mi señor —observó con serenidad Troya.
          — ¿Y bien? —la mirada de Stephan, no era nada amistosa.
          —Mi señor, todavía me pregunto, ¿cómo lograsteis escapar de Thanos? os buscamos por doquier y tuvimos bajas en los Delphinasills  —le hizo saber Troya, observándole con incisiva fijeza.
          —Lo sé y lo lamento profundamente —el rostro de Stephan reflejó una sinceridad, que por un momento apaciguó los temores de Troya.
          —Agradezco vuestra franqueza, aunque eso no ha contestado mi pregunta mi señor  —insistió con terquedad Troya.
          —Puede que lo sepáis en su momento, ahora no dispongo de tiempo para…
          —No estáis siendo del todo sincero, mi señor  —insistió con hostilidad Troya. Esta última apreciación del Delphinasills, le sentó a Stephan como una bofetada.
          —Explicaos y ¿A dónde queréis ir a parar? —Stephan se encaró con él, sin ocultar su cólera.
          —Escapasteis con ayuda — afirmó Troya, señalándole con el dedo índice.
          — ¿Cómo?...ya entiendo… ¿os atrevéis a introduciros en mi psique, rompiendo vuestro juramento de Delphinasills? —le acusó un indignado Stephan.
          —Solo lo he hecho, para protegerme a mí y a los míos  —corroboró Troya imperturbable. Sin negar el uso de su capacidad telepática.
          —Mucho cuidado, mi paciencia tiene un límite, mi señor Delphinasills  —había peligro en la voz de Stephan.
          —Lo tendré en cuenta…ahora escuchadme bien, la mujer que os liberó en Thanos, es la misma que extrajo bajo neuroseducción a Nathaniel la localización de Sillmarem y el escondite del elixir de Vitava, su nombre es Kimura y es una cortesana al servicio del Conde, obrad con cuidado…vuestra mente ya no posee secretos para mí y lo que he hecho, tenía que hacerlo
 —advirtió Troya, con cautela.
          —De acuerdo lo hecho, hecho está, tendré en cuenta vuestra sugerencia gracias y… no os volváis a entrometeros en mi mente, joven Delphinasills
— advirtió Stephan Seberg con dureza.
          —Tenéis mi palabra  —Aceptó Troya consciente de que debía obrar con sumo cuidado, con aquel temible hombre.
          —Eso espero —aclaró Stephan, dándole la espalda al tiempo que reflexionaba la información ofrecida por Troya. Uno se sentía desnudo ante aquel homb…Delphinasills, ya no sabía cómo denominarlo.
          La sala estaba al completo, los Delphinasills, el Comandante Löthar Lakota, Elektra Penélope Zephyrus, Comandante de las Amazonas, Chakyn Chakiris, su fiel Mutan—Tay y Navinok líder de la nación Homofel.
–Señores  —saludó Stephan antes de tomar asiento.
          —Nuestra situación como bien sabéis es desesperada…—explicó Valdyn dando comienzo a aquella excepcional reunión.
          —Tampoco es para que sirváis al diablo, con bandeja de plata
          —Observó Stephan Seberg—. No debemos perder la fe. El Imperator también comete errores, dejarme vivo ha sido uno de ellos, por citar un ejemplo  —argumentó Stephan Seberg deseando ir al grano cuanto antes.
          —Solo, estamos intentando recuperar la paz  —aclaró Valdyn.
          —Los ideales son bonitos sobre el papel, yo también poseo ideales de paz y sin embargo, a lo largo de mi vida no he hecho otra cosa más que luchar por la supervivencia de mi pueblo  —soltó Stephan Seberg con tono profundo. Stephan Seberg les estaba demostrando que era esa fuerza salvaje de la naturaleza, cuya integridad y energía para protegerles, formaban una solida pieza a la que sujetarse en tiempos de dificultades, podía ser rudo en ocasiones, pero siempre era honesto y directo.
          —Padre nadie ignora…—comenzó a decir en tono conciliador su hija Sarah.
          — ¡Despertad esto es una guerra!, en la que no hay vencedores ni vencidos, solo supervivientes y muertos. Una guerra implica dolor y sufrimiento, deberéis aprender de la experiencia de vuestro sufrimiento, madurar y mal que os pese luchar hasta el final, esa es la senda que habéis escogido y no hay marcha atrás  —cortó Stephan.
          —Eso estamos haciendo, luchando con nuestra inteligencia aquí y ahora —defendió un Valdyn, que se sintió insultado, por la agresividad de Stephan.
          —El no ser moral, es lo que os convierte en una bestia, pero tener un exceso de moral, os convierte en un pelele, para vuestros enemigos  —acusó Stephan, sin contemplaciones.
          — ¿Y qué se supone, que podemos hacer nosotros? —preguntó Valdyn.
          — ¿Que qué, podéis hacer? No es a mí a quien debéis preguntar. Vos sois los responsables, no podéis acudir a nadie, es algo que debéis saber hacer, habéis sido preparados para ello desde que nacisteis, ya es hora de que lo asumáis ¿no creéis?  —insistió Stephan.
          —Nosotros nunca lo pedimos, yo nunca lo pedí. Nunca quise esa responsabilidad, ni ese poder  —se justificó Valdyn.
          —Y sin embargo lo usasteis, usasteis vuestro poder para acceder al elixir, no podéis coger el lado del poder que mas os convenga y rechazar aquello que no os gusta. Las cosas no funcionan así mi señor de Sill. Si tuvisteis el valor para actuar, como señor de Sillmarem y coger algo que sabias que no era vuestro, tened ahora el coraje necesario, para dirigir vuestras tropas contra aquél al que pertenece esa maldición —sentenció Stephan Seberg provocándole con descaro, quería que reaccionase y sabía cómo hacerlo.
          — ¡No es justo que me culpéis de aquella elección, solo era un crio! —se defendió Valdyn, furioso.
          — ¿Lo suficiente maduro, como para arrastrar a vuestros amigos y aún así culpar de lo que ha pasado, al único que sabéis os lo habría impedido?  Mi señor dejad de lamentaros del pasado y pensad en como cambiar el futuro, para que no sea tan oscuro como se vislumbra  —aguijoneó Stephan, percibiendo como el resto de los allí reunidos presenciaban enmudecidos tan peculiar escena.
          —Padre por favor…—rogó Sarah con voz ronca.
          —Yo no quería arrastrarlos, jamás lo quise, si hubiera sabido… Susurró Valdyn.
          — ¡Basta ya, maldita sea! No os auto justifiquéis diciéndome que si lo hubierais sabido, nunca lo hubierais hecho. Si yo hubiera destruido la formula cuando la tuve al alcance de la mano, nada de esto habría pasado, soy muy consciente de ello, pero auto compadecerme, no me ayudará, ni a mí, ni a vos, ni a nuestros pueblos ¿Acaso creéis que sois el único que sufre? ¿Pensáis que no me tortura saber que mi hija se ha convertido en un monstruo? Un tenso silencio cubrió la sala. Su hija Sarah se estremeció de dolor y pena al saber lo que su padre pensaba de ella y su nieto.
          — ¿Eso es lo que pensáis? Me culpáis de ello ¿verdad? —contraatacó Valdyn.
          —No. no os puedo culpar, conozco a mi hija lo suficiente, como para saber de que es capaz de tomar sus propias decisiones, si tuviera que culpar a alguien sería a mí mismo, por no haber estado cuando me necesitaba
— reconoció Stephan.
          —Sin embargo, pensáis que es un monstruo, así es cómo nos veis ¿no es cierto? ¿A vuestro propio nieto también? —preguntó Valdyn.
          —No creo que ningún ser humano, esté preparado para la inmortalidad. Pensar lo contrario, sería igual que creer que el elixir es la solución a nuestros problemas. Vos lo pensasteis en su día y ambos sabemos que es un error
—razonó Stephan más calmado—. Debemos trazar un plan para acabar con el Imperator, de una vez por todas.
          —Primero escuchemos, lo que nos tiene que decir Nika Corintian. Comentó Valdyn, mientras este se introducía por una puerta lateral al interior de la sala de reuniones, saludando a los presentes con una ligera inclinación de cabeza. Stephan estudió el sereno semblante del viudo de Rebecca, a la espera de la valiosa información que podía ofrecerles aquel bravo Triterian. “Bueno puede que tenga algo útil para nosotros”. Pensó Stephan dubitativo.  

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